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Manuel González
Coleccionista
13 de noviembre de 2003, 11:30 a.m.

Manuel Gonzalez

La cita con Manuel fue muy puntual. Empezamos a las 11 de la mañana. Había un cierto nerviosismo ya que no nos conocíamos. El no tenía idea de lo que yo quería o de lo que iba a pasar, aunque yo si sabía lo que que quería preguntarle. El en un principio él creía que íbamos a hablar sobre qué era lo que él coleccionaba y partiendo de eso empecé a hacerle una pregunta específica: ¿Qué es y como ve a la distribución? Algunos de sus comentarios generales fueron:
Tener una actitud honesta de búsqueda.
Disfrutar la exposición, no importa si es buena o mala.
En un momento dado hablamos sobre arte contemporáneo y me comentó que el cree y siente que está vacío, que muchos artistas asumen que el público los va a entender y que no es cierto.


Mexico a 5 de Nov. 2003

En la vertiente 505 de Sombrerete se esconde al fondo, una telaraña de papel, un disparo frágil que divide el espacio en dos mundos, con gusanos de caparazones de madera y entrañas de paisajes aéreos de una ciudad moderna cualquiera. En una esquina y abajo, como testigo y socia compañera, aguarda la multiplicación de la muerte.
Porqué un papel que me impide el paso? Justo a la altura en que tendría que ofrecerle una reverencia a otra línea de papel, que desenvuelve una mirada ascendente, como vuelo de la náusea hacia el vacío y porqué no, a la mierda!
Luego entreveo una sonrisita del custodio de este cuarto; he sido atrapado por el enigma de la escalera, aquella que subo y bajo indiferentemente , sin importar a dónde me lleve. Es papel que muestra dolorosamente la lucha entre la hélida raya que forma geometrías , las manchas que semejan nubes , los planos que se abren abriendo paso al negroy los tronillos que ensangrentan de
"sangre-papel" la imagen, a cambio de sostenerlo pegado a la pared.
No es bonito ni feo, es una cuestión interna de soledad, de lucha entre "quien soy" y "quien siento que fluye dentro de mi" Un diálogo sordo del alma libre con aquella que ha sido domesticada a través de la razón y el conocimiento. Una armadura de papel, que encierra los laberintos de dolor callejeros, la interminable secuencia de puntos frágiles que podrían desnudar su alma. Una invitación a reflexionar nuestro rol de espectadores observados, como si todos los que allí caemos, fuéramos tintes y pigementos de una obra aún más grande, ulterior a nosotros mismos y de la cual nos será eternamente escapar.

Saludos.

Manuel González

 

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