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Susana Cid Calvo
27 de octubre de 2003, 5:30 p.m.

 Susana Cid

Nunca habíamos platicado antes. Nos conocimos en un taller que impartí en el MUNAL. Supe que era historiadora de arte y decidí invitarla.
Susana fue muy preguntona y eso me gustó mucho. Me preguntó sobre cosas como qué influencias tenía del arte internacional, del arte nacional, que si era seguidor, copista o continuaba con las tendencias de otros artistas. Yo le respondía a estas preguntas diciéndole que en cierta manera me he nutrido de muchos artistas de distintas épocas y lugares, pero que no pretendía copiarlos, sino hacer míos sus discursos artísticos para proponer algo propio. Ella cuestionaba mucho la técnica al igual que la presentación y el espacio. Como buena historiadora europea su participación muy profesional. No rompió el hielo.
Su respuesta a la pregunta fue SI.


Los colores, las formas definidas de Victor Lerma remiten al constructivismo ruso, a los juegos geométricos de Günther Gerzo.

Nos encontramos ante un artista atrevido, frente a una apuesta fuerte por el material, por el soporte que le ofrece tantas posibilidades obteniendo unos cuadros cercanos a lo efímero, donde no hay una preocupación por perdurar, sino más bien de expresar impulsivamente lo que está viendo, pero su obra carece de la inmediatez de un boceto, en algo rumiado durante días para dar fin en lo que observamos: paisajes panorámicos, estratigrafías del terreno y de la Ciudad de México.

Las distintas texturas que Víctor Lerma consigue en sus obras se pierden en la lucha de ser original, buscando esos cuadros esquineros, esas obras de columna que distraen la atención del espectador un poco perturbado ante su contemplación en ángulo. Lo interesante es la idea que pudo quedar plasmada en cinco palabras a bordo de un avión, ante la observación del aire, el agua, la tierra y sin embargo hubo necesidad de ir más allá, siguiendo con el proceso creativo para dar gusto a un público poco ávido por la poesía. Tal vez sería más sincero centrarse en esas palabras que fueron el origen sin necesidad de concretarlo. En destacar el camino que le condujo a producirlas, al método y a la teoría de sus producciones.

Las texturas interesantes, el color y las formas que Víctor logra en sus obras, se pierden entre tanto quiebro y requiebro del marco, ante el constreñimiento y es que su pintura no se siente libre sino limitada y condicionada por esos tirantes que le sujetan irremisiblemente al muro.

Su trabajo no está falto de originalidad ni de ideas, al contrario creo que su obra a nadie puede dejar indiferente.

 

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